Cuando se habla
de cine sobre nativos norteamericanos, en seguida vienen a la mente los
consabidos westerns sobre “indios y vaqueros”. Imágenes estereotipadas de
salvajes feroces y pintarrajeados que asaltan caravanas de colonos inermes, que
acechan en bosques umbríos o que cabalgan mientras disparan flechas y aúllan
como animales. El género del western condensó, desde sus orígenes, toda la
épica asociada a la génesis y crecimiento de los Estados Unidos. Elaboró una
historia heroica sobre el avance hacia el Oeste y la colonización de extensos
territorios; o, dicho de otra forma, de cómo se fue estableciendo (y de cómo
fue avanzando) la “frontera” que delimitaba los espacios “civilizados” de los
“salvajes”, habitados por los indios.
La propuesta
básica del western se apoya en un género supuestamente alejado de los
conceptos de libertad, igualdad o justicia, es un género formalmente
emparentado con la mitología y la tragedia griegas. André Bazin, una de las
personalidades más sobresalientes del análisis cinematográfico, señalaba de
forma quizás un tanto desdeñosa (Bazin mantenía una relación algo
contradictoria respecto a este género) que las películas del Oeste habían
nacido del encuentro de «una mitología con un medio de expresión» (1985: 219). El western es más que un paisaje, más que una forma. Un
género que ha trazado su propio desarrollo al compás de la historia, esa que en
términos estrictos se refiere a un territorio específico (los Estados Unidos), en
un periodo que cubre, más o menos, los siglos XVIII y XIX. “Los atributos
formales que se reconocen ordinariamente en un western no son otra cosa que los
signos o los símbolos de su realidad profunda, que es el mito”, escribió en los
años cincuenta este crítico francés André Bazin.
El espacio del western
no es solamente geográfico, sino mitológico. Glucksmann afirma que su
grandeza procede del hecho de que sus personajes viven el instante en que «una
civilización pone a prueba sus fundamentos: el instante de la instauración de
la ley, una colectividad capaz de aprovecharse de las leyes, pero no de
implantarlas. Esa misma era la situación de la tragedia griega, Las tragedias
que relatan las películas del Oeste constituyen, por lo tanto, una especie de
reflexión sobre la propia sociedad en un momento muy especial, nuestro «parto
histórico», en palabras afortunadas de Ángel Fernández-Santos.
En su recreación
del pasado histórico-mítico del país, el western convirtió al pionero en héroe
nacional, a la vez que presentó la ocupación de territorios como una misión
sagrada, El indio como personaje del western se convertirse en una figura
estereotipada en la literatura y posteriormente en el cine, el indígena norteamericano
sufrió un proceso de transformación, en el que su realidad y su historia se
simplificaron y adulteraron, donde los "pieles rojas" solían ser un obstáculos
para el progreso, se infería que su trágica “desaparición” era culpa de ellos
mismos. Esta visión late tras muchas de las producciones que recrean el
inevitable choque entre los universos blanco e indio. Hay que esperar hasta los
años setenta para que el cine comenzara a barajar abiertamente la tesis del
genocidio. De la misma forma, se empezaron a cuestionar el concepto de progreso
y su justificación moral.
Obras como
Pequeño Gran Hombre (Little Big Man, Arthur Penn, 1970) o Soldado azul (Soldier
Blue, Ralph Nelson, 1970) denuncian claramente el exterminio perpetrado por el
gobierno de los Estados Unidos.
se toma su figura
como el símbolo de la comunión con la Naturaleza y del respeto al medio
ambiente. En esta interpretación de corte ecológico y nostálgico, el indio se
asemeja al “buen salvaje” y se funde con su entorno, por lo que su muerte o
arrinconamiento se observa como la ruptura del hombre occidental con la
Naturaleza. El cine se ha revelado como una herramienta muy valiosa para
denunciar los abusos del pasado y para "reparar", al menos en parte,
los daños resultantes de la manipulación y falseamiento de la imagen y la
historia de los pueblos nativos. Producciones como Bailando con Lobos (Dances with Wolves,
Kevin Costner, 1990) tratan de evidenciar las enormes injusticias cometidas con
los aborígenes.
Director: Lawrence Kasdan
Sinopsis : Cuatro pistoleros cruzan sus caminos
durante el viaje a la ciudad de
Lo que no saben es que la ciudad en la que viven sus familias y amigos está
bajo el control de un sheriff corrupto y sus secuaces. Ahora, los cuatro
deberán salvar la ciudad, pero primero tendrán que salir de la cárcel y
averiguar quiénes son realmente sus amigos.
película en su momento de enorme éxito
popular, y con la que Kasdan apostaba abiertamente por un fácil, vistoso,
desmesurado y finalmente entretenido espectáculo. Para ello diseñó un guión
–junto con su hermano Mark-, en el que se cuentan las aventuras de cuatro
personajes, unidos en una trama que confluirán paulatinamente en la catarsis
final de todos ellos en el pueblo de Silverado.
Personajes arquetipos pistoleros solitario, la
discriminación racial, el joven pistolero e irreflexivo, la herencia familiar,
el peso del paisaje, la corrupción ante la llegada de las leyes, el sheriff corrupto,
los asesinatos, los duelos, las estampidas... SILVERADO una clara intención de
“gran espectáculo” se nos muestra como las
películas de grandes aventuras como RAIDERS OF THE
LOST ARK (En busca del arca perdida, 1981. Steven Spielberg) los
cuatro cowboys- se les encuadra
de espaldas al paisaje disponiéndose sobre la pantalla panorámica y realzados
por una ostentosa grúa-la brillantez con que se muestra la estampida del
ganado-.asesinato del padre de Mal, hasta llegar a su muerte en off que el hijo adivina al
escuchar el disparo-, mientras que lo que más me resulta sorprendente es
comprobar el singular reparto, de actores de muy diversas características,
algunos de los cuales en modo alguno se han significado por el cine de acción
–Kevin Kline, John Cleese-, pero que funcionan con brillantez-.
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